En cada periodo electoral, los mexicanos se predisponen a enfrentar una inestabilidad económica. Y quizás no es para menos. Antes de las elecciones del 2 de julio del 2006, la economía del país se vio expuesta a fluctuaciones ascendentes y descendentes, sobre todo en temas de producción, empleo o inflación.

Lo que la mayoría no sabe, es que dicha situación se dio a consecuencia de una apertura comercial y financiera que el país le dio a Estados Unidos. Fue la producción de dicho país la que causó las fluctuaciones en la producción agregada de México.

De acuerdo con una investigación realizada por Daniel Flores Curiel, la cual basó en un ejercicio econométrico, los periodos de elección presidencial no sufren efectos significativos en el Producto Interno Bruto, ni en el desempleo, ni en las inflaciones.

Si el resultado de su investigación es cierto, entonces, las empresas no tienen por qué sufrir afectaciones económicas durante las elecciones.

Otro de los ejemplos del por qué la sociedad mexicana considera que las elecciones sí afecta su economía y la de sus negocios, sería el último tercio del Siglo XX, cuando, en el marco del inicio de periodos de elecciones presidenciales, se generaron crisis económicas que impactaron en el ámbito político y la estructura social del país.

Ha habido casos en algunos años de elección en los que, en lugar de disminuir la economía, esta aumenta. De hecho, los candidatos y partidos en disputa estimulan la economía para generar mayor crecimiento y reducir el desempleo con la finalidad de aumentar la empatía de los votantes hacia ellos. Un ejemplo de esto fueron las elecciones de 1982, un ciclo marcado por un crecimiento en el PIB y en el gasto público.

Analistas y autores como Nordhaus, Lindbeck y Hibbs han apoyado esa postura en sus libros. Fue Whitehead quien estableció, en 1990, que la estrategia de promover empleos y aumentar la economía en México estuvo en boga desde los años 60, tomando auge en la década de los 80s.

De hecho, desde la década de 1940, ya se tenía antecedente de ello. Las elecciones de dicho periodo tuvieron trascendencia histórica porque las fuerzas políticas que competían habían presentado sus propios modelos de desarrollo socioeconómico para el país.

Entre los periodos electorales de 1958 a 1982, el equilibrio económico del país llegó a otorgarles ventajas a ciertos partidos políticos, como el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que, de acuerdo con especialistas, obtuvo triunfos poco controversiales porque la situación económica en México era buena.

En 1964, llegó a consolidarse el sistema electoral mexicano gracias a la economía que marchaba bien y gracias a la estabilidad social presente. Para entonces, la estructura socioeconómica del país se transformaba, cada día se industrializaba más y la clase media y el sector de los servicios se incrementaba.

Fue hasta cuando comenzó la crisis económica que las competencias electorales se hicieron más rígidas. En las elecciones de 1976, durante un momento crítico para la economía del país, el sistema electoral necesitó de una restructuración.

El impacto de una crisis económica en un periodo electoral se hizo más latente en 1988, en medio de una desigualdad social, cultural y económica.

Por lo tanto, no es que las elecciones presidenciales afecten la economía del país o las finanzas de las empresas, sino más bien son las elecciones las que genera implicaciones en el ejercicio de las votaciones.

Por Mariana Flores A.

Colaboradora Comunicación e Imagen Canaco CDMX